Otro día empezó. Como todos los anteriores me levanté, el cuarto de
baño estaba ocupado como de costumbre, y bajé a la cocina a desayunar.
Dani estaba sentado en la mesa hablando con Alex.
- Hola, ¿Qué haces aquí?
- Buenos días a ti también- Me dijo esbozando una sonrisa.
- Bueno chicos, me voy- Dijo Alex levantándose y besándome
en la mejilla.
- Te parecerá bonito haberme abandonado ayer, y no llamarme.
- Es que no tenía ganas de hablar. Estuve con Mónica.
- Lo sé, me lo ha contado.
- ¿Y que piensas?
- Ya sabes lo que pienso. Carlos no merece la pena, y vámonos
ya que no llegamos.
Durante el resto del día no pasó nada interesante. Por la
tarde fui con Dani y Sandra a estudiar a la biblioteca. Mónica como de
costumbre, no vino, aun no entiendo como consigue aprobar sin estudiar. Siempre
ha hecho lo mismo, y siempre le ha funcionado.
Después de una larga tarde de estudio, acompañamos a Sandra
a su casa para que no se fuera sola. Y Dani me acompañó a casa.
- Lara.- Se me quedó mirando.- Necesito hablar contigo.
Me senté en un escalón que había en la entrada de mi casa y
me quedé observándolo.
- ¿Te sigue gustando Carlos verdad?- Dijo suspirando.
Bajé la mirada.
- Se que te sigue gustando. Tu hermano me ha contado como te
pusiste cuando lo vistes con Judith.
- Dani, Carlos ya no me importa.
- ¿Estas segura? ¿Y porque no puedes mirarme a los ojos
cuando te hablo de él? Lara, tu eres la única que sabe como te sentiste cuando
lo dejasteis y nadie más lo puede saber. Ni siquiera yo, porque no me lo
cuentas.
- Prefiero no hablas de Carlos, eso es todo.- Dije
levantándome.
- Ya, pero es que yo si que quiero hablar, por que no
entiendo como puedes seguir queriendo a alguien así.
- ¿Y crees que yo si lo entiendo?- Los ojos se me llenaron
de lagrimas. Respiré hondo.- Mira, ha pasado un año. Y ya creía que lo había
olvidado. Pero no es así. Le quiero, y por mucho que lo intente no puedo
evitarlo. Y por mucho que lo evite, él siempre vuelve.
- ¿Qué me quieres hacer creer que es el destino?
- No te quiero hacer creer nada, solo te intento explicar
como me siento. ¿No es eso lo que querías saber? ¿Si seguía queriendo a Carlos?
Pues ahora ya lo sabes. Le quiero, y no puedo dejar de hacerlo.
- ¿Eso es verdad?
Me giré. Era Carlos saliendo de mi casa.
- Carlos…
- ¿Eso que has dicho es verdad?- Me dijo mirándome.
- Lara, yo me voy, cuando quieras volver a hablar conmigo,
ya sabes donde estoy.
No podía articular palabra. No me salía la voz y no podía
dejar de mirar a Carlos.
Se sentó a mi lado, y se sujetó la cabeza con las manos.
- Lo siento…
- Deja de decir eso. Al final hasta tú te lo creerás.
- No, esta vez lo siento de verdad. Siento todo por lo que
te he hecho pasar.
- A mí ya me da igual.
- ¿Y si te doy igual porque me quieres?
- Por que no puedes elegir a la persona de la que te enamoras.
De repente todo había cambiado. No podía creer la
conversación que estaba manteniendo con Carlos. Me vino a la cabeza un
recuerdo.
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Empezó a llover. Carlos me cogió de la mano y me llevó hacia
el porche de mi casa.
Me sonrió.
Miré nuestras manos. Sujetaban esa flor que me había
regalado en el parque.
No hacían falta las palabras. Con una sola mirada me dijo
todo lo que necesitaba saber. Me quería.
Me cogió la otra mano, y me la puso en su cintura. Con su
mano derecha me apartó un mechón de la cara, y me acarició la mejilla.
El corazón comenzó a acelerarse. Él cada vez estaba más
cerca, apenas nos separaban unos centímetros.
- Te quiero.- Me dijo besándome suavemente.
Aún recuerdo sus besos como si hubiera sido ayer. Su olor,
su tacto, su gusto.
Recuerdo que fue uno de los momentos más felices de mi vida.
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Me levanté y entré en casa. Cerré de un portazo y subí a mi
habitación. Miré por la ventana. Él aun estaba allí. Sentado en el porche. Pensando.
Me tumbé la cama y encendí el Ipod. Me puse a escuchar “Nada
que decir”. Era el grupo preferido de Mónica, estaba enamorada del cantante.
¿Sabes cuando estás enamorado y todas las canciones te
recuerdan a ti? Pues eso era lo que me pasaba a mí. Lo único era, que la
persona de la que estaba enamorada no me merecía, o eso creía todo el mundo.
¿Pero, que puedes hacer cuando tu cerebro te dice que no te
acerques, pero tu corazón te obliga a preguntarte que pasaría si le dieras otra
oportunidad?